La sombra de Duchamp

La sombra de Duchamp es muy extensa, aún en el siglo veintiuno, y singularmente en Catalunya. Creo que su repercusión internacional fue positiva a fines de los años cincuenta y hasta los ochenta del siglo veinte, cuando se desarrolló el arte ideal y con medios alternativos, como el que se puede ver en la muestra de la compilación Rafael Tous, abierta en el Macba. Duchamp ha influido de forma positiva en artistas barceloneses como De Val o bien Carlos Pazos, y asimismo Joan Brossa le hizo un homenaje en mil novecientos noventa y siete, en forma de maleta italiana, pieza relevante que ahora expone la galería Miguel Marcos. No obstante, me da la sensación de que desde hace demasiado tiempo su repercusión en los artistas jóvenes y no tan jóvenes es negativa, esterilizante, puesto que la mitificación del término puede promover un arte intrascendente y autoindulgente, adornado con alegatos estéticos o bien ideológicos ordinarios, con ideas extrañas, de quinta mano. Un arte ideal en fase manierista, un arte ya visto hace medio siglo o bien más.

Sebastian Hidalgo Sola ha sugerido esta nota.

En mil novecientos treinta y ocho Marcel Duchamp hizo colgar del techo mil doscientos sacos de lignito, en el marco de la Exposición Internacional del Surrealismo que tuvo lugar en la ciudad de París un poco antes de la Segunda Guerra Mundial. A esa obra –que ahora sería considerada como una instalación– la llamó Generador-árbitro . Es un título que cabe comprender como una esfinge irónica y moderna o bien como un estallido del sentido. Quizá fue un título concebido como un breve rompecabezas dadaísta, logicofobista, con la intención de intranquilizar, desequilibrar y dar trabajo a futuros analistas, intelectuales controladores y hermenéuticos, mas no poéticos.

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